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Cuando alguien abusa sexualmente de tus hijos

  • Foto del escritor: Susana Díaz
    Susana Díaz
  • 29 abr
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 9 dic


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Hay pocas experiencias tan desgarradoras para unos padres como el abuso sexual de un hijo. Cuando el abuso sucede en el hogar, y el agresor es el padre, será la madre la que tenga que cargar con lo que supone un evento de esta naturaleza. La mayoría de las víctimas de abuso que hoy son adultas afirman que sus madres no se enteraron de lo que pasaba, o que sí lo supieron pero no hicieron nada para ayudarlos. Desgraciadamente esta es la tónica en el abuso sexual intrafamiliar, pero hoy vamos a hablar de aquellas madres valientes que sí responden y que se atreven a denunciar.


Enredarse en la maraña legal y social que supone una denuncia por abuso sexual a un menor es en sí mismo una pesadilla para estas mujeres, como si no tuvieran suficiente con hacerse cargo del trauma de sus hijos, pero ellas no se paran a reflexionar sobre las implicaciones que va a conllevar. Esto último no pretende ser un juicio ni una crítica, y tampoco pretendo animarlas a que no lo hagan, al contrario, personalmente me alegro de que haya mujeres que se atrevan a denunciar los abusos sexuales de sus criaturas. Ahora bien, hay una serie de cosas que las mujeres tienen que saber antes de lanzarse a la aventura de una denuncia, y aquí van algunas.


Lo primero que tiene que saber una mujer en esta circunstancia es que muy a menudo el pederasta va buscando a mujeres específicas. Un pederasta puede elegir casarse y tener hijos para poder abusar de ellos en la intimidad de su hogar, lo que le permite pasar desapercibido durante toda la vida. Es peligroso abusar de niños al azar, por lo que el disfraz de padre es el más habitual en el pederasta, pero no es el único. El disfraz de profesor o entrenador es también muy común. Otras veces, sobre todo en estos tiempos, el pederasta va a buscar a una mujer divorciada o separada que esté sola con sus hijos, porque esto es más cómodo y gana tiempo. Elegirá a unos niños que estén en las edades que le gusten a él y que le parezcan atractivos, y seducirá a la madre. Con el tiempo vivirán juntos o, por lo menos, compartirán espacio el tiempo suficiente como para que el pederasta pueda tener acceso a los niños. A partir de ahí hará lo que quiera con ellos. Pueden pasar meses o incluso años hasta que la madre se entere, si es que se entera.


Otro dato importante sobre el modus operandi del pederasta es que a veces son maltratadores de la madre. No hay un solo perfil de pederasta, pero sí podemos encontrar fórmulas que muchos de ellos repiten. El pederasta maltratador maltrata porque es la forma que encuentra de controlar a la madre para que no hable si se entera del abuso. El maltrato también puede ser el resultado de trastornos mentales del pederasta, como el trastorno antisocial de la personalidad. Otros pederastas saben controlar a las madres de sus víctimas de otras formas, normalmente a través de la seducción, y no usan la violencia. El maltratador, sin embargo, como todos los maltratadores y algunos más que usan estas tácticas, intentará aislar a la madre de su entorno protector. Esto pueden lograrlo llevándose a la madre y a sus hijos a otra provincia o país, como vemos a menudo. El resto de la dinámica de pareja será como suele ser en relaciones de violencia, que ya conocemos bien. Aquí el error sería clasificar esta relación como de violencia de género y no darse cuenta de que esto es solo la tapadera para el abuso. Estos hombres no son maltratadores que abusan, sino al revés, son pederastas que maltratan para controlar a la madre, por lo tanto, el maltrato aquí es secundario. Es importante aclarar esto, porque el enfoque es totalmente diferente en el segundo caso.


Así las cosas, lo más inteligente para una mujer con hijos que aún esté en la primera fase de la relación con un hombre que le haya propuesto mudarse a otro lugar, es decir que no, esperar y observar. Si ya se ha mudado y ha comenzado a ver cambios a peor en el carácter de su pareja, lo imperativo sería volver a su lugar de origen cuanto antes. Si está en la fase en la que ya se ha dado cuenta de que el hombre está abusando de sus hijos, también es importante que vuelva a su lugar de origen, tanto si quiere denunciar como si no, pero sobre todo si quiere denunciar. No imaginan la cantidad de problemas que se ahorrará esa mujer solo con ese movimiento. Incluso si la mujer no tiene una buena red de apoyo en su lugar de origen siempre es mejor estar en casa y denunciar allí. La Ley de Enjuiciamiento Criminal en España establece que cualquier persona que tenga conocimiento de un delito puede denunciarlo ante cualquier autoridad judicial o policial, incluso si el delito no fue cometido en esa provincia. Tengamos en cuenta que el pederasta se llevará a la mujer a un lugar que sea más propicio para él, en muchos casos, lo que significa que él sí va a tener red de apoyo, mientras que la mujer estará aislada. Si la mujer denuncia en el territorio del pederasta, automáticamente tendrá a toda la familia y el entorno de él en su contra, lo que hará la pesadilla más insoportable aún. También es importante buscar un abogado con experiencia en casos de abuso sexual infantil, si se lo puede permitir. Tanto si es un abogado de pago, como si es del turno de oficio, es importante seguir las indicaciones del abogado y no pretender saber más que él. Aunque a veces a una le apetece arrasar con todo, puede ser que lo más indicado sea justamente lo contrario, ser prudentes y llevar un perfil bajo.



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Las mujeres que denuncian los abusos sexuales de sus hijos pueden tener personalidades diferentes, pero hay una personalidad específica con mayor tendencia a denunciar, esto o cualquier otra cosa, de la misma forma que hay mujeres con personalidades más tendentes a no denunciar y a encubrir. Un tipo de mujer que denuncia tiene más temperamento, más garra, más energía, pero también más rigidez y más intolerancia. A menudo la mujer que se relaciona con pederastas fue víctima a su vez en su niñez, y por eso repite el patrón, lo que significa que tiene sus propios traumas, casi siempre no resueltos. El abuso de los hijos viene a remover el mismo trauma en ella, lo cual la retraumatiza.


El trauma hace un efecto destructivo en las personas en muchos sentidos. Nos trastoca hasta la personalidad, normalmente desfigurando nuestros rasgos hacia lo negativo. Cuando una persona con carácter sufre trauma en la niñez, crecerá siendo más agresiva, pero no necesariamente sabrá defenderse ni reconocer a quien le quiere hacer daño. En ese sentido, no es raro que una mujer así acabé en una relación con un pederasta. Al enterarse de que han abusado de sus hijos, la reacción en estas mujeres puede ser de furia, al mismo tiempo que se disocian y se retraumatizan, reviviendo sus propios traumas. El impacto de la noticia hará que la mujer alcance estados mentales contraproducentes, muy poco adecuados para tomar decisiones, y por eso es importante estar bien preparada e informada de antemano.


La mujer con carácter se tomará el abuso de sus hijos como algo personal, hasta el punto en que creerá que el abuso se produjo como venganza contra ella, o como represalia ante una amenaza de separación o divorcio, etc. Estos casos ocurren, claro está, pero es peligroso pensar que estas son las razones por las que actúan los pederastas en todos los casos. Para la mujer es mucho más fácil aceptar que su pareja abusó de sus hijos por despecho, o que lo hizo para hacerle daño a ella, que aceptar que entró en una relación con un pederasta que se aprovechó de su ingenuidad desde el principio, y que es posible que haya abusado de sus criaturas durante meses o años. Tampoco el perito debe dejarse llevar por esta idea, y debe explorar la posibilidad de que los abusos sean de largo plazo. Eso se puede saber investigando sobre los cambios comportamentales de las víctimas y los indicadores de abuso a lo largo del tiempo. Una vez conocido el modus operandi específico de ese pederasta con esas víctimas, seducción, regalos, chantaje, etc., se puede ir hacia atrás en el tiempo y ver cuándo empezó a desplegar ese comportamiento con esos niños. Eso nos dará datos potenciales sobre la fecha aproximada de inicio del abuso.


En este estado de cosas la mujer pierde el sentido, literalmente. Al trauma y al carácter fuerte se le une la sensación de haber sido burlada y la creencia de ser ella la víctima, y no los hijos. Todo esto hará que la mujer entre en reactancia, lo que solo la perjudica. La reactancia es una reacción emocional que se despierta en las personas al percibir que se amenazan sus libertades, o cuando sienten que les han hecho daño. Es una reacción visceral que puede generar respuestas muy exageradas. Se resume en una frase de tipo: "Cuando me dicen que no puedo hacer algo, con más ganas lo hago". Hoy encontramos a muchas mujeres estancadas a perpetuidad en esta actitud, y en el caso que nos ocupa, solo le traerá problemas. La mujer en reactancia se enfrentará al proceso judicial intentando aparentar fortaleza y con la idea en mente de no permitir que el denunciado piense "que la ha destruido" o que ha podido con ella de alguna forma. Así, la mujer aparece en las comparecencias ante el juez haciéndose la fuerte, con cara de enfadada, con una energía desmedida, dispuesta a comerse el mundo y al pederasta y, lo que es peor, sin una lágrima. Quiere mostrar que el pederasta no le ha causado daño, algo que no puede ser cierto nunca y que, como ven, es una imagen que queda muy lejos de lo que la conciencia colectiva nos dice que es una madre afectada por el dolor de sus hijos. Cuando alguien le hace daño a un niño, su madre llora y queda destrozada, eso lo sabe todo el mundo... El pederasta, sin embargo, que puede no ser inteligente, pero que es muy astuto, y además tiene abogados que sí saben lo que hacen, llegará a las comparecencias, sobre todo a la primera, que es la más importante, haciéndose la víctima. Tendrá mal aspecto, es probable que haya llorado y tenga la cara hinchada, o incluso que llore ante el juez: "Me han acusado falsamente, la víctima soy yo". Esto forma parte de la respuesta DARVO, ya comentada en otra entrada. Y así, el pederasta no necesita hacer mucho más, porque con ese movimiento ese hombre ya ha ganado la guerra, y no solo una batalla. A la mujer le resultará prácticamente imposible revertir esa primera impresión en la mente del juez en el futuro. La lectura que hará este de la presentación de la mujer en esa primera vista es la de una mujer rencorosa, dura, agresiva con el hombre, y que tiene más pinta de querer vengarse de un despecho, que de querer hacer justicia. No pocos procesos se archivan basándose en esta actitud de la madre y ante la dificultad de probar unos abusos. Y no pocas custodias se le conceden al acusado por la misma razón. Eso por lo hablar de la respuesta de los servicios sociales con estas madres...


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Las mujeres actuales están recibiendo un tipo de mensajes sobre lo que son o tienen que ser, que no les favorecen. En este contexto, a las mujeres les animan a que se muestren fuertes y compuestas y a que ataquen para defenderse, siempre para evitar que el acusado pueda llegar a pensar que ha podido con ella, como si la protagonista de esta historia fuera la mujer, cuando la madre es solo un personaje secundario, una especie de "trámite" que el pederasta tiene que despachar para llegar a los niños de los que se ha enamorado. Porque se enamoran de los niños, no de las mujeres.


En realidad, lo más inteligente para la mujer aquí sería que se permitiera dolerse, y que deje salir el dolor, las lágrimas, los afectos normales que se esperan de una persona que ha recibido un golpe tan terrible. Lo último que espera ver un juez en una madre dolida es la imagen de una mujer perfectamente compuesta, quizás disociada, sí, pero agresiva, a la defensiva, y que parece más preocupada por quedar por encima del hombre, que por ayudar a sus hijos.


No estoy intentando aquí animar a las mujeres a que hagan teatro o a que simulen unas emociones que no sientan. Nada más lejos de mi intención que animar a alguien a mentir. Solo les digo que pueden aparcar la furia por un tiempo y que se permitan sentir el dolor, llorar y dolerse. Lo que buscamos los peritos al hacer periciales de este tipo son muestras de simulación o engaño, entre otras cosas, y para algunos, la falta de lágrimas y de emociones de dolor es indicativo de que algo raro pasa.


Aquí algunas mujeres me dirán que no pueden llorar, que no les sale el llanto, pero déjenme explicarles que una de las características del trauma complejo, como el derivado del ASI, y que aparece formando parte del diagnóstico del trastorno depresivo mayor, es la incapacidad para llorar. Además, es cierto que esto por sí solo no se puede entender como síntoma de simulación, y una persona se puede mostrar destrozada sin soltar una lágrima. Por otro lado tenemos a mujeres que no lloran porque no se lo permiten, porque llorar es de débiles, dicen, y ellas quieren aparentar fortaleza. Sin entrar en el daño que el cuento de la fortaleza les hace a las mujeres, diré que me he encontrado con muchas de ellas en consulta terapéutica en esta situación, pero que al verse frente a alguien que no repite los mismos mantras que otros psicólogos, y que les permite llorar, como es mi caso, rompen a llorar sin tapujos. "Aquí está permitido llorar", es lo que yo les digo, y funciona. Piensa, si te ves en una situación como la descrita aquí, en la que te prohibes llorar para no mostrar "debilidad" ante el hombre que le ha destrozado la vida a tu criatura, que eso también lo usará en tu contra.


Por último está el miedo a parecer trastornadas mentales y la obsesión por dar una buena impresión, que se suma a la creencia de la fortaleza. En cierto modo es muy comprensible que estas mujeres tengan este miedo; cuando una mujer denuncia el abuso sexual de un hijo por parte del padre, los servicios sociales se pegarán a sus talones, y sabemos que hay muchas probabilidades de que le retiren la custodia. Esto es lo que más temen las mujeres en esta circunstancia, y no por nada. Ahora bien, y esto va más por los profesionales que por las mujeres, pensemos en el aspecto y el estado mental que esperamos que tenga una mujer que denuncia violencia de género. Digamos que las muestras de trauma o trastorno mental se comprenden en estos casos, porque hablamos de mujeres que han sufrido violencia, y uno espera que tengan secuelas de trauma. Lo mismo deberíamos entender que ocurre con las mujeres que han denunciado abuso sexual, sobre todo si ellas mismas han sido víctimas de abusos en su niñez. No podemos esperar que las mujeres en esta circunstancia se muestren totalmente equilibradas, como tampoco podemos dar por sentado que una mujer así esté incapacitada para cuidar de sus hijos. Precisamente el hecho de haber denunciado los abusos de sus criaturas ya nos muestra de qué pasta están hechas estas mujeres. Queda probado que estas madres son las más aptas para criar hijos. Una madre que reacciona a la primera en cuanto entiende que un hijo suyo ha sufrido un daño tan terrible, es el tipo de madre al que todas deberían aspirar, y recordemos que la mayoría de las madres en esta tesitura no denuncian y encubren. Reflexionemos sobre eso.


Todo esto y más en mi curso sobre Abuso Sexual Infantil.



Susana Díaz Perito Forense

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