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El pederasta no es la víctima

  • Foto del escritor: Susana Díaz
    Susana Díaz
  • 22 abr
  • 9 Min. de lectura

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¿Abusaron sexualmente de ti cuando eras niño? Esta parece ser la pregunta inescapable cuando detienen o condenan a un pederasta y se acercan a él policías, psicólogos y criminólogos. El profesional casi está esperando que el pederasta diga que sí y confirmar así sus sesgos, dado lo muy extendido de la creencia de que el pederasta fue una víctima a su vez y que eso es lo que les lleva a abusar sexualmente de otros niños. En este contexto, al pederasta le resultará muy fácil convencer al profesional de que la víctima es él, ya que el psicólogo se lo da casi hecho, y vendrá así a reforzar una idea muy peligrosa que distorsiona la comprensión que tenemos del fenómeno del abuso sexual.


Aunque hay un porcentaje de pederastas que sufrieron abusos en su niñez, no se puede afirmar que sean todos ellos, ni que esta sea la explicación de la pederastia. Todo apunta a que son una minoría y a que este síndrome del vampiro, como se denomina comúnmente, está lejos de ser un factor explicativo de la pederastia.


Dos metaanálisis sobre la hipótesis del pederasta-víctima confirman que el número de estudios que lo han intentado es muy bajo, que los diseños y los métodos utilizados dejan mucho que desear (Garland & Dougher, 1990); y que, aunque hay una mayor prevalencia de históricos de abuso sexual en los pederastas que en otros delincuentes, no se puede afirmar que la victimización en la infancia sea la única explicación de esta conducta, y se necesitaría de otros factores explicativos (Jespersen et al, 2009). En término generales, los estudios sobre el tema adolecen de los mismos fallos, para empezar que las muestras se extraen normalmente de prisiones, lo que provoca que estén sesgadas, y explicaré por qué.


En el estudio de la pederastia existen muchas diferentes clasificaciones y muy poco acuerdo (Lanning, 2010), pero voy a tomar una clasificación derivada del estudio de la psicopatía para explicar por qué las muestras carcelarias no son las más adecuadas para estudiar el fenómeno. Existe una teoría en criminología que divide a los psicópatas en "exitosos" y "no exitosos" (Cleckley, 1976). El exitoso puede lograr éxito social y profesional, aunque puede tener tendencia a la delincuencia de guante blanco. El psicópata no exitoso no tiene tanto éxito social, tiende más a la delincuencia común y es más torpe, por lo que tiene más probabilidades de acabar en prisión. En la misma línea, Hare y Cox (1978), clasifican a los psicópatas en primarios y secundarios, siguiendo la estela de Karpman, (1946). Para estos autores, los primarios serían los auténticos psicópatas, puesto que no es posible encontrar factores externos que expliquen su conducta antisocial, lo que puede indicar que nacen con esta problemática (Karpman, 1946). Los psicópatas secundarios, por su parte, serían personas con trastornos psicológicos, vulnerables a la ansiedad, impulsivos, agresivos, y con históricos de violencias y abusos vividos en la infancia. Estos psicópatas secundarios son los que hoy categorizamos como teniendo Trastorno Antisocial de la Personalidad (TAP). Los psicópatas primarios serían más exitosos que los secundarios, que tendrían más probabilidades de acabar en prisión. De la misma forma, entre los pederastas podemos encontrar al pederasta con éxito y al pederasta sin éxito, máxime cuando varios investigadores han encontrado que un número nada despreciable de pederastas son asimismo psicópatas (Salter, 2003; Lanning, 2010; Kruger, & Schiffer, 2011; Walters, et al 2016).


En ese sentido, la mayoría de los pederastas que acaban en prisión serían los "poco exitosos" que, al igual que los psicópatas, son aquellos que cometen muchos errores y se dejan atrapar antes. Estos errores van vinculados al hecho de presentar traumas infantiles y los trastornos psicológicos que los acompañan (Langevin et al., 1989; St-Yves et al., 1999). Por esta razón el pederasta que sufrió abusos en la niñez, el pederasta-víctima, estaría sobrerepresentado en las muestras carcelarias y no describe adecuadamente al pederasta tipo, ni explica la problemática de forma correcta. Además, si observamos con atención los resultados de estos estudios con muestras carcelarias, vemos que los pederastas-víctima siguen sin ser una mayoría. En una revisión de estudios se encontró que la media de los pederastas-víctima en prisión estaba en el 28% (Hanson & Slater, 1988). Por estas razones las muestras carcelarias no son las más adecuadas para hacer estudios sobre las causas de la pederastia.


Esta clasificación que describo aquí delimita en cierto modo los perfiles entre víctimas y victimarios, incluidos aquellos que han sido víctimas y se convierten después en victimarios. Lo que quiero decir es que no es tan difícil distinguir entre el lobo y los corderos, aunque el lobo se empeñe en disfrazarse de cordero. El perfil de la víctima y el perfil del victimario son diferentes y no deberíamos dejarnos engañar, hay personas tendentes a la delincuencia, tanto si han sido víctimas en su niñez como si no. Encontramos trabajos sobre pederastas-víctima en los que se descubre que un porcentaje importante de ellos daban muestras de trastornos de conducta antes de que abusaran de ellos (St-Yves et al., 1999), es decir, que hay probabilidades de que hubieran terminado abusando sexualmente de niños de todas formas, o cometiendo otros delitos, aun sin haber sido víctimas. Por otro lado, sabemos que la mayoría de las víctimas de traumas infantiles, especialmente las de abuso sexual, siguen siendo víctimas el resto de sus vidas en porcentajes mayoritarios, y sufren procesos de revictimización, es decir, más violencia, además de ser más propensos a enfermedades graves (Felitti et al., 1998).


El factor psicopatía en los pederastas nos obliga a ser muy cautelosos a la hora de tomar sus explicaciones como veraces, puesto que el psicópata es un gran mentiroso y manipulador. Les pondré el ejemplo de un estudio que se hizo en Estados Unidos para poder mostrar esto: tomaron a un grupo de pederastas, de los cuales el 67% afirmaba que habían sido víctimas de abusos en la niñez. Luego les dijeron que los iban a someter al test del polígrafo para detectar posibles mentiras en sus respuestas. Antes de hacer este test, muchos de los pederastas se retractaron y afirmaron que en realidad no habían sido víctimas, bajando el porcentaje hasta el 29% (Hindman, 1988).


El pederasta afirma que la víctima es él con la intención de conseguir penas más leves y la compasión del público. Esta conducta la podríamos enmarcar como formando parte de la respuesta típica del pederasta cuando por fin lo detienen, denominada DARVO* (Freyd, 1997), acrónimo de Deny, Attack, Reverse Victim & Offender, que se traduce como Negar, Atacar y Revertir los roles de Víctima y Victmario. Esta teoría describe la respuesta del pederasta y otros delincuentes como una respuesta pasivo-agresiva elevada a la enésima potencia, en la que el pederasta primero niega los hechos, luego ataca al denunciante, y luego pasa a hacerse la víctima, quitándole el sitio a la víctima auténtica. Como vemos, el hecho de afirmar "a mí también me lo hicieron", puede ser solo el intento del pederasta de hacer esa inversión de roles y tomar el espacio de la verdadera víctima. ¿Y saben qué? Funciona. La mayoría de los expertos se lo creen.


Lo que nos lleva normalmente a hacer estas afirmaciones sobre el perfil del pederasta es que para estudiarlo se toma como ejemplo al maltratador casero y la teoría transgeneracional de la violencia física, según la cual esta se aprende en casa y pasa de generación en generación, y esto es un error grave, puesto que la violencia física y la violencia sexual, sobre todo la ejercida contra los niños, son completamente diferentes y no tienen nada que ver la una con la otra. Ni el perfil del maltratador ni la dinámica del maltrato físico se pueden tomar como referentes ni como modelos para la violencia sexual. De hecho, ninguna violencia se puede tomar como ejemplo para estudiar la violencia sexual contra la infancia, por ser un fenómeno único.



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Además de lo expuesto aquí, los estudios sobre esta materia no explican de dónde salen los altos porcentajes de los pederastas que no han sufrido abuso sexual. La hipótesis que entiende la pederastia como un problema aprendido en la niñez no puede explicar qué es lo que genera el comportamiento del agresor sexual infantil, pederasta, pedófilo, pornógrafo, etc., en la mayoría de estos individuos que, como algunos investigadores vistos aquí afirman con respecto a la psicopatía, es más que posible que traigan el problema de nacimiento. Tampoco explica por qué la mayoría de las víctimas no se transforman en pederastas, sino que siguen siendo víctimas. En esa misma línea de pensamiento, la mayoría de las víctimas de abuso sexual son niñas, pero sin embargo, la mayoría de los pederastas son hombres (Interpol, 2018; Delegación del Gobierno contra la violencia de género, 2020). Esto no significa que la mayoría de los hombres sean pederastas, o que haya algo en el hombre que lo convierta en un violador en potencia, no seamos necios. Los hombres que no violan ni agreden sexualmente son una mayoría. Ahora bien, dicho esto, es cierto que hay un factor que concierne al hecho de ser hombre, que tampoco se tiene en cuenta.


Que aparezcan factores sociales adversos en las vidas de los pederastas no significa que esos factores expliquen la pederastia. Encontramos que estos factores, drogadicción, maltrato infantil, ASI, padres ausentes, etc., se toman muchas veces como los factores explicativos de la delincuencia, y es cierto que en algunos casos, de no existir estos condicionantes, esas personas tendrían menos probabilidades de ser delincuentes. Ahora bien, emerge de nuevo la misma cuestión ¿por qué hay personas que han tenido infancias terribles, que nunca han delinquido? ¿Cómo sabemos que esos delincuentes no venían ya con predisposición a ciertas conductas? Las teorías europeas de principios del siglo pasado en las que se afirmaba sin tapujos que los delincuentes eran moralmente inferiores y que venían con la problemática de nacimiento (Koch, 1891; Lombroso, 1896; Schneider, 1923) son hoy descartadas sin miramientos y archivadas en la carpeta de "Nazismo", y quizás los padres europeos de la criminología no estaban tan desencaminados. Pensemos que muchos de estos factores adversos no aparecen en las vidas de los pederastas o psicópatas exitosos. Los pederastas más peligrosos son los que tienen poder y dinero, y estos no suelen tener traumas infantiles, ni han tenido condiciones adversas que les hayan allanado el camino a la delincuencia. Y sin embargo, delinquen, y a gran escala. Insisto en que hay personas tendentes a la delincuencia, sean cuales sean sus antecedentes o cómo hayan vivido sus infancias. La predisposición al delito es el factor más importante para explicar la delincuencia de todo tipo, porque todos los demás factores son salvables con programas de educación, intervención social con familias, etc. Se suele decir que la delincuencia es multifactorial, y es verdad en algunos casos, pero los casos más graves, los del delincuente que nace, el psicópata, no se arreglan sencillamente educando al sujeto. Y aquí subyace el mayor desafío del tratamiento al pederasta.


Esto y mucho más en mi curso sobre Abuso Sexual Infantil.



Referencias:


Cleckley, H. (1976). The mask of sanity. Mosby.


Delegación del Gobierno contra la violencia de género. (2020). La respuesta judicial a la violencia sexual que sufren los niños y las niñas (p. 139). https://violenciagenero.igualdad.gob.es/wp-content/uploads/respuestajudicial.pdf#page=9.10


Felitti, V. J., Anda, R. F., Williamson, D. F., Spitz, A. M., Koss, M. P., Marks, J. S., Nordenberg, D., & Edwards, V. (1998). Relationship of childhood abuse and household dysfunction to many of the leading causes of death in adults. The Adverse Childhood Experiences (ACE) study. 245-258.


Freyd, J. J. (1997). Violations of power, adaptive blindness, and betrayal trauma theory. Feminism & Psychology, 7, 22-32.


Garland, R. J., & Dougher, M. J. (1990). The Abused/Abuser Hypothesis of Child Sexual Abuse: A Critical Review of Theory and Research. En J. R. Feierman (Ed.), Pedophilia: Biosocial Dimensions (pp. 488-509). Springer. https://doi.org/10.1007/978-1-4613-9682-6_20


Hanson, R. K., & Slater, S. (1988). Sexual victimization in the history of sexual abusers: A review. Annals of Sex Research, 1(4), 485-499. https://doi.org/10.1007/BF00854712


Hare, R., & Cox, D. N. (1978). Clinical and empirical conceptions of psychopathy and the selection of subjects for research. En Psychopathic behavior: Approaches to research. John Wiley and Sons.


Hindman, J. (1988). Research disputes assumptions about child molesters. National District Attorney Association Bulletin, 7(4): 1-3.


Interpol. Hacia un indicador mundial de las víctimas no identificadas en material de explotación sexual de niñas, niños y adolescentes. (2018).


Jespersen, A. F., Lalumière, M. L., & Seto, M. C. (2009). Sexual abuse history among adult sex offenders and non-sex offenders: A meta-analysis. Child Abuse & Neglect, 33(3), 179-192. https://doi.org/10.1016/j.chiabu.2008.07.004


Karpman, B. (1946). On the need of separating psychopathy into two distinct clinical types: the symptomatic and the idiopathic. The Journal of Nervous and Mental Diseases, 103, 276-288.


Koch, J. L. A. (1891). Die Psychopathischen Minderwertigkeiten. Verlag von Otto Maier.


Kruger, T. H. C., & Schiffer, B. (2011). Neurocognitive and Personality Factors in Homo- and Heterosexual Pedophiles and Controls. The Journal of Sexual Medicine, 8(6), 1650-1659. https://doi.org/10.1111/j.1743-6109.2009.01564.x


Langevin, R., Wright, P., & Handy, L. (1989). Characteristics of sex offenders who were sexually victimized as children. Annals of Sex Research, 2(3), 227-253. https://doi.org/10.1007/BF00849717


Lanning, K. V. (2010). Child Molesters: A Behavioral Analysis for Professional Investigating the Sexual Exploitation of Children (233950; p. 212). National Ctr for Missing and Exploited Children.


Lombroso, C. (1896). L’uomo Delinquente. Рипол Классик.


Salter, A. (2003). Predators: Pedophiles, rapists, and other sex offenders. Basic Books.


Schneider, K. (1923). Die psychipathischen persönlichkeiten. Handbuch der Psychiatrie. Franz Deuticke.


St-Yves, M., & Pellerin, B. (n.d.). Sexual victimization and sexual delinquency: Vampire or Pinocchio Syndrome? Quebec: Correctional Service Canada, Quebec Regional Reception Centre.


St-Yves, M., Pellering, B., & Guay, J. (1999). Is sexual childhood abuse an etiologic factor in sexual aggressors? Paper presented at the Annual ATSA Conference, Orlando, FL.


Walters, G. D., Knight, R. A., Looman, J., & Abracen, J. (2016). Child molestation and psychopathy: A taxometric analysis. Journal of Sexual Aggression. https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/13552600.2016.1199742

 
 

Susana Díaz Perito Forense

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